Meditación:
Niveles y Metas
Juan
Manzanera
El
propósito de hacer meditación es conseguir sufrir menos en la vida, pero no
porque dejan de ocurrirnos desgracias sino porque con la meditación sabemos
cómo manejarlas, hacerlas menos dañinas o incluso lograr que no nos afecten.
La vida tiene numerosos problemas y
complicaciones. Desde enfermedades hasta pérdidas de personas queridas, pasando
problemas económicos, conflictos de pareja, tensiones laborales, etc.,
continuamente nos encontramos con lo que nos hace infelices, inseguros y
frágiles. Esto es inevitable; sin embargo, que todo esto sea una experiencia de
sufrimiento depende de la manera de afrontar estas situaciones difíciles.
Podríamos diferenciar varios grados en la
práctica de la meditación. En el nivel más elevado la meditación es una forma
de acceder a la realidad espiritual interior; en otro nivel, meditamos como una
forma de auto-terapia con la que resolver nuestros problemas emocionales y
psicológicos; en el nivel inferior, uno medita para aislarse de los problemas
cotidianos y coger fuerzas para enfrentarlos. Hablando con propiedad, sólo
debería considerarse meditación al primer tipo, el que nos conecta con nuestro
ser espiritual, pero lo habitual es pasar por un proceso gradual a través del cual
vamos adquiriendo mayor capacidad para relacionarnos con nuestra naturaleza más
profunda.
Meditar para aislarse
A veces
la presión en la vida es tan fuerte y tan escasos los recursos que uno ha
desarrollado que la mejor opción es salirse del estado mental habitual y dejar
que la mente se calme en el espacio de la meditación. Meditaciones tan
sencillas como observar la respiración tienen un poderoso efecto sedante que
nos hacen sentirnos renovados. Luego, el ambiente que se respira en los grupos
de meditación es de armonía, confianza y cordialidad, con lo cual uno encuentra
relaciones muy distintas a lo que se respira en la vida, y esto también resulta
gratificante. De este modo, meditar y compartir la meditación con otros se
convierte en una realidad aparte que nos hace olvidarnos de nuestros problemas
por algunas horas.
Es preciso resaltar que esta forma de
meditar sólo puede permitirse cuando uno está empezando a practicar. Una
persona lleva un tiempo practicando tiene que hacerse más responsable y afrontar
sus problemas, no puede seguir escondiéndose. Hace poco hablaba con un alumno
que lleva cierto tiempo meditando. Me decía que tenía muchos problemas en su
vida y con su familia y que venía a meditar para aislarse. Me quedé perplejo,
esta persona llevaba viniendo a meditar durante unos cuantos meses y no había
aprendido a utilizar la meditación para afrontar su vida. A pesar de tanto
tiempo todavía era una forma más de escape. Esto es inaceptable. Puede que la
principio se permita, pero uno tiene que avanzar a la siguiente fase y hacer de
la meditación un método para afrontar los problemas y sufrir menos.
Meditar para vivir con serenidad
Cuando
profundizamos un poco en nuestra vida, descubrimos lo que nos condiciona el
entorno y las situaciones que vivimos. Vemos que somos muy frágiles y que
cualquier cosa nos afecta. Sin embargo, empezamos a entender que el problema
reside en dónde dirigimos la atención. Es decir, vemos que hay aspectos de la
vida y de los demás que nunca atendemos; y eso nos daña. Cuando somos más
conscientes vemos que hay otras formas de ver la vida y que poner atención a
muchos de esos aspectos nos haría sentirnos mejor. Entonces empezamos a usar la
meditación para mirar la vida de otra manera y para atender lo que nunca
observamos. Así, empezamos a encontrar que tenemos más recursos de los que
pensábamos o que las situaciones son menos agresoras de lo que parecía. Aquí
meditar es sentarse a observar lo que nunca atendemos, hasta que se vuelva algo
natural. Por ejemplo, ver que todos compartimos la misma esencia o ver que la
naturaleza de la vida es el cambio. Así
cuando perfeccionamos nuestra atención y sabemos cómo y dónde mirar tenemos más
espacio mental, nos enganchamos menos a las cosas y en consecuencia vivimos más
serenos.
Meditar para resolver los problemas emocionales
Problemas
emocionales son la ansiedad, la irritabilidad, las adicciones y apegos, la
insatisfacción, la depresión, los celos, etc. El modo en que la meditación nos
ayuda es haciéndonos ver cómo opera la mente. Todas las emociones son procesos
mentales y mediante la meditación aprendemos a observar la mente y a descubrir
el funcionamiento de las emociones. Así, descubrimos por nuestra propia
experiencia que las reacciones emocionales destructivas están asociadas a
situaciones específicas. Encontramos que la situación en sí casi nunca es el
problema sino la interpretación que hacemos de ella y, por consiguiente, si
sabemos alterar la interpretación de esas situaciones conseguiremos evitar que
la mente se quede atrapada y condicionada. De este modo, la meditación nos
enseña a liberar la mente de sus respuestas automáticas y nos muestra la manera
de afrontar las situaciones conflictivas. Además, vemos las atribuciones que
imponemos a la realidad que vivimos y cómo eso que añadimos se convierte en la
base para nuestras reacciones emocionales destructivas. Con la meditación
dejamos de decorar la realidad con nuestras interpretaciones personales y de
este modo, adquirimos una visión global de la situación y de los procesos
mentales implicados. Gracias al entrenamiento mental aprendemos a generar
estados mentales positivos y a reaccionar de maneras más saludables a los
conflictos. De esta manera, meditar hace que los problemas sólo sean problemas
y no se conviertan en infelicidad ni sufrimiento.
Meditar para establecerse en lo espiritual
Lo
espiritual es parte de la vida. No hay nada de lo que hacemos que no sea
espiritual; sin embargo, la mayoría estamos lejos de reconocerlo. Esta falta de
conciencia es lo que hace que algunos comportamientos sean negativos y otros
positivos, es lo que crea los polos del bien y del mal. No obstante, para una
persona en contacto con su naturaleza esencial, no importa lo que haga, todo es
espiritual. Todos hemos tenido alguna vez, de un modo natural, pequeños
vislumbres de una realidad más profunda, aunque suelen ser experiencias fugaces
y al mismo tiempo inesperadas. Desde esta perspectiva, meditar es una manera
artificial de contactar con eso que somos por naturaleza. La meditación es la
manera de crear un silencio interior para escuchar, sentir, oír y respirar lo
que somos. Así, practicamos para evitar el olvido, para permanecer en contacto,
para dejar de dar crédito a nuestra personalidad narcisista y necesitada.
Meditamos para ver la vida con una mente más abierta y desde una dimensión más
integral. El ejercicio cotidiano del silencio nos lleva a soltar la rigidez en
la que estamos atrapados, a trascender los conceptos y las creencias, y a
asentarnos en lo atemporal y eterno que hay en cada uno.
La vida como Meditación
Finalmente
cuando se vive en la máxima conciencia, todo es meditación. No hay nada
especial que hacer. Al contrario, hay una conexión natural con la fuente de
todo lo que existe. Ahora, la sensación de ser alguien separado del resto ha
desaparecido. Ahora, ya no hay nadie que vaya a tener ninguna experiencia
espiritual ni hay nada que lograr. La sensación de ser alguien es vista como
una mera expresión de “aquello que no es posible nombrar”, todo lo que sucede y
todo lo que existe son manifestaciones de la Realidad inefable. Ya no hay
meditación porque es uno mismo quien está siendo meditado en cada momento y a
cada instante. La realidad espiritual somos nosotros sin más, lo es todo, es la
vida misma.