Meditación: Liberarnos de nosotros mismos
Juan Manzanera
No importa cuánto esfuerzo pongamos en el crecimiento
personal si contaminamos nuestra práctica sólo nos moveremos en círculos. Hay
mucha gente seriamente entregada al trabajo espiritual y personal, sin embargo,
los resultados son escasos y decepcionantes. La cuestión es que tenemos un
grave problema que suele pasarnos desapercibido: estamos enredados en hábitos,
tendencias e impulsos mentales que afectan y condicionan nuestra práctica.
Aunque tengamos un
gran maestro y tratemos de esforzarnos en seguir sus recomendaciones, los
resultados tardan en llegar porque nuestro empeño está contaminado por deseos
personales, miedos, creencias, necesidades, afectos, etc. Esto es, no podemos
escuchar limpiamente las instrucciones ni podemos ponerla en práctica sin
reparos porque nos esforzamos desde la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Es una trampa difícil de captar y casi imposible de sortear. Lo que nos mueve a
profundizar en el camino de la meditación son ciertas creencias, miedos,
deseos, etc., y esto es justamente lo que se convierte en el obstáculo a
obtener resultados.
Hace poco hablaba
con un practicante budista. Es una persona muy comprometida con su tradición y
su maestro es un lama con ciertas realizaciones. Me contaba que su deseo era
obtener resultados antes de morir y que estaba haciendo todo los esfuerzos que
podía en ello. Sentí una mezcla de
tristeza, incredulidad y cautela; no quería que perdiera su fe ni entusiasmo en
su práctica espiritual, y al mismo tiempo tenía que ser honesto y ayudarle a
evitar en lo posible los errores que yo mismo cometí años atrás por
desconocimiento. Esta persona seguía todo lo que le decía su maestro, pero no
se daba cuenta de que su maestro habla en un estrado a grupos numerosos de
personas; no se daba cuenta de que no tenía una relación íntima y directa con
su maestro y por tanto no podía guiarla de acuerdo a su situación concreta.
Pero sobretodo, no se percataba de que toda su práctica estaba contaminada por
una multitud de necesidades personales, deseos, miedos, expectativas, etc. Todo
su esfuerzo se realizaba desde una imagen de sí mismo artificial y sin
contenido, y esperaba que esa imagen tuviera realizaciones espirituales. La
ilusión, el espejismo nunca puede llegar a ninguna experiencia, no puede
obtener nada porque no es nada.
Cuando
contaminamos nuestra práctica con el concepto ordinario de nosotros mismos no
vamos a llegar a ningún sitio. Es como la persona que se pone a limpiar su casa
con unos trapos sucios. No importa cuánto esfuerzo realice, cuanta fe tenga,
cuantos productos utilice, al final todo está peor. ¿Qué significa el concepto
de nosotros mismos? Significa que al enfrentarnos a la vida o al meditar
estamos buscando nuestros propios intereses. Deseos como la perfección,
sentirse pleno, protección, seguridad, formar parte de una comunidad, sentirse
útil, destacar, verse especial, etc., son algunas de las maneras cómo nos
perdemos en el camino de la vida. La gran dificultad es que no solemos
reconocerlo; pensamos que nuestros deseos son sinceros pero muy en el
subconsciente hay un deseo personal. Algunas veces, tardamos muchos años en
darnos cuenta, otras alguna circunstancia de la vida nos ayuda.
Un alumno se
sentía muy seguro en su meditación, llevaba años estudiando y trabajándose, e
incluso se había enfrentado a conceptos tan elevados como el vacío, la muerte,
la ilusión del yo, etc. Su actitud era como si estuviera por encima de las
cosas. Un día la vida le trajo una prueba difícil, la muerte de su madre. De
pronto se desmoronó, todo en lo que se apoyaba se sintió falso. Fueron unas
semanas muy difíciles, pero eso le ayudó a darse cuenta de la trampa en la que
estaba metido, vio que su proceso personal estaba basado en el miedo y la desconfianza,
y que toda su práctica había sido una manera de crearse una sólida protección
de los demás y desarrollar una gran atención para captar los eventuales
peligros. En su caso, tuvo que sufrir una pérdida terrible para empezar a practicar de un modo más genuino.
La imagen de
nosotros mismos se ha fraguado con muchos miedos, miedo a las equivocaciones,
al abandono, al rechazo, al aislamiento, a la insuficiencia, a las carencias,
al hastío, a quedarse atrás, a hacerlo mal, al abuso, etc. Los miedos nos
condicionan e infectan nuestras vidas y nuestra práctica espiritual; así nunca
cambia nada. Cuando vivimos sin cuestionar este autoconcepto vivimos en
círculos repitiendo siempre lo mismo.
Así, es crucial
conocerse y saber cómo funcionamos. Es imprescindible tener una clara
conciencia de cuáles son los procesos mentales que nos empujan; esto es las
creencias, intereses, miedos, deseos, expectativas, metas personales y hábitos
emocionales. Luego, una vez conocidos, necesitamos cuestionarlos todos, entender
su realidad relativa y dejar de darles un valor absoluto. Por muy loables que
sean nuestras creencias o metas, no podemos ponernos a su servicio ciegamente.
Esto incluye todo tipo de creencias espirituales y metas como el despertar
espiritual, etc. La cuestión es que todo ese conjunto de procesos han formado
una estructura rígida y cristalizada con la que nos hemos identificado, con lo
que acabamos creyendo que somos individuos autónomos y autosuficientes, y eso
será la trampa que nos bloquea y paraliza toda nuestra existencia.
De este modo
cualquier situación que tengamos que enfrentar, si lo hacemos desde el
autoconcepto nos llevará a estar más atados. Esto significa que vamos a seguir
padeciendo estados de insatisfacción y frustración, sentimientos de pérdida y
abandono, inseguridad e incertidumbre, etc. Por consiguiente es importante
vigilar la mente y percatarse de todos los procesos en juego en cada situación.
Esto sólo es posible cuando uno ha adiestrado la atención y ha adquirido un
cierto grado de conciencia de sí. A menudo nos preguntamos si es necesario un
maestro en el camino espiritual, y nos
gustaría que fueran suficientes los libros. Hoy en día hay suficiente
información como para saber qué practicar y cuál es el camino correcto, sin embargo,
las trampas del autoconcepto puede hacer que nuestros esfuerzos sean
infructuosos. Este sería un motivo para apoyar el menester de un guía o un
amigo espiritual. Si no somos suficientemente conscientes, necesitamos alguien
que nos señale nuestros puntos ciegos, alguien sin ningún interés personal que
esté comprometido con ayudarnos en nuestra evolución. Este apoyo sólo puede
darse en una relación cercana de comunicación. Los discursos y conferencias
públicas son útiles pero tienen otra función más informativa.
En cualquier caso,
no siempre tenemos acceso a personas así, y entonces podemos trabajar solos.
Necesitamos una práctica constante de observación de nuestros procesos mentales
y psicológicos, para ello, es importante sentarse cada día y percatarse de los
procesos que han sucedido. Tenemos que tener la actitud decidida de entender
todo lo que nos sucede como una forma de conocernos. Es decir, no tiene que
importarnos tanto las cosas que nos suceden durante el día sino cómo hemos
respondido ante ellas. Debemos descubrir qué miedos, creencias, necesidades,
etc. han despertado las relaciones, los conflictos y los cambios orgánicos que
se han producido. De este modo podremos descubrir lo que nos condiciona y la
práctica que realicemos podrá dar los resultados prometidos. Sólo cuando
lleguemos a conocernos en profundidad podremos liberarnos de nosotros mismos.
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