Sentido de la meditación
La esencia del camino espiritual es desvelar la realidad primordial. Sin embargo, durante millones de años esto no era posible en nuestro mundo.
Mucho antes de que se formara el universo – hace unos quince mil millones de años –todo era un inmenso vacío. Luego, empezó a fraguarse la materia; pero fueron necesarios cerca de once mil años para que empezara la vida en nuestro planeta. Al principio solo había organismos unicelulares con una mínima capacidad de conciencia, y se necesitaron de nuevo miles de años para que emergiera la posibilidad de un elevado nivel de conciencia. Sólo hace cien mil años se crearon las condiciones para el homo sapiens, nuestra especie con una capacidad de indagar en la realidad absoluta y desvelarla. Hemos nacido en esta época en que la trascendencia espiritual es posible. De haber nacido hace tres mil millones de años, la única posibilidad era ser una especie de bacteria o algo similar. Hemos nacido en la especie que es capaz de conocer a Dios (o la conciencia, el espíritu o como le queramos llamar) y este privilegio nos obliga a hacer de nuestra vida un espacio sagrado.
En el primer caso, la meditación nos ayuda a modificar las emociones destructivas y fortalece los estados mentales positivos. Cuando nos enfadamos menos, sentimos más compasión, somos menos dependientes de los demás, vivimos con más amor o somos capaces de crear armonía en nuestro entorno, los momentos difíciles de la vida son menos frecuentes e incluso mucho más manejables. Para ello contemplamos la vida con ecuanimidad, reconocemos la conexión con los demás, soltamos los resentimientos y aprendemos a perdonarnos a nosotros mismos.
Además, son precisas algunas condiciones internas para propiciar esta realización. Entre ellas, están el desencanto, la disciplina, la fe en la enseñanza de los maestros y la indagación que nos lleva más allá de las apariencias.
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