Abrirse al amor
Suele resultar sumamente difícil ir más allá de la mente, especialmente cuando lo intentamos través de razonamientos y reflexiones. De un orden diferente es la práctica del amor. Mientras que la mente nos hace percibir a los demás de una manera particular, el amor nos lleva a descubrirles.
La mente nos ofrece pensamientos, imágenes y conceptos de los demás. El amor confronta y cuestiona estas ideas y nos hace verles. La mente nos presenta a los demás como seres fuera de nosotros a una cierta distancia, mientras que el amor reverbera íntimamente con su esencia. Con la mente experimentamos separación, juicios y valoraciones, con el amor hay resonancia, comunión y conexión.
El mundo que la mente nos presenta sólo es cierto para esta mente, no es la verdad. Por su parte, lo que el amor percibe está en sintonía con la sabiduría que aprecia la realidad.
Vivimos atrapados en nuestras ideas y conceptos, y sin ninguna elección vemos el mundo que la mente nos impone, el amor nos ofrece la libertad de salir de la jaula mental en que estamos encerrados. Practicar el amor es un vehículo extraordinario para atravesar los velos del mundo ilusorio de los conceptos, creencias, opiniones y pensamientos.
Es la mente lo que nos impide crecer y evolucionar, el amor nos da la posibilidad de ver nuestro potencial y liberarnos. Practicamos el amor por la simple razón de que tenemos la capacidad de desarrollarlo, pero al ejercitarlo descubrimos cómo nuestras ideas y prejuicios nos limitan y nos impiden desarrollar la vida que somos.
Una de las fuerzas más poderosas para disolver los momentos de desconcierto y estancamiento es el amor. El amor se aprende amando y esta meditación sirve para crear un espacio interior en el que emerja.
[apss_share]