El espejismo del ego
Lo que mantiene todos nuestros conflictos y malestares es la convicción de que tenemos una realidad intrínseca que existe independientemente de lo que nos rodea; sin embargo, con sólo observar un poco no es difícil darse cuenta de que somos algo mucho más frágil.
Podemos encontrar que tan solo somos la agrupación de un conjunto de células y una serie de estados mentales, y no mucho más; no obstante, aunque intelectualmente podemos entender fácilmente nuestra realidad interdependiente seguimos profundamente convencidos de la existencia de algo inherente a lo que llamamos yo.
Esto nos sitúa en una posición vulnerable al dolor pues nos limita y hace que nos sintamos amenazados por lo que no somos. Desde el momento en que nos creemos concretos y sólidos buscamos aniquilar todo lo que nos amenaza y tratamos de adueñarnos de lo que nos favorece y potencia.
Estas dos reacciones son la base para el resto de actitudes que perturban nuestra paz interior. Siguiéndolas acabamos con nuestro equilibrio interno natural hasta llegar a separarnos completamente de nuestra naturaleza esencial. Con esta meditación exploramos si el yo como entidad inherente existe hasta llegar a descubrir su falsedad; una vez que nos damos cuenta de ello la creencia desaparece. Es similar a un espejismo en el desierto, una vez que descubrimos que allí no hay agua, aunque sigamos viéndolo no nos creemos lo que percibimos.